Golem se hizo un hueco en la orilla izquierda de la
cascada. Cuando era pequeño y venía con mama osa, nunca osó acercarse tanto.
Pudo ver como el agua del rio bajaba a una velocidad impresionante y se perdía
de vista sin posibilidad de ver el fondo. ¡Debía de ser muy hondo!
Observó que alrededor suyo solo había machos de su misma
edad o mayores que él. Las hembras estaban con sus cachorros y se arremolinaban
en la ladera del rio, donde la vegetación era más intensa y daba lugar a la
algarabía de los pequeños.
Nunca había cazado solo. Así que miró alrededor y observó
un macho de más edad. Le pediría consejo. Por lo demás, la caza no parecía
haber empezado ya que todos estaban esperando en sus puestos y no se había
presentado ningún salmón, por lo que era el momento adecuado de acercarse y
hablar.
-
¡Buenas tardes tenga usted señor! Bonito día
para cazar –le instó Golem
-
¡Buenos días joven grizzlie! Sobre todo si es la
primera vez, jaja…
-
¿Tanto se me nota?
-
Hijo, todos pasamos por esto la primera vez. Si
quieres quédate cerca mío y te enseñaré ciertos trucos. ¿De acuerdo?
-
¡De acuerdo! Y muchas gracias.
Golem pensó que las reticencias
que presintió que tenían los demás osos con él nada más llegar al rio fueron
equivocadas. Había familias, osos jóvenes como él y mayores amables. No todo
estaba tan mal. Ahora tocaba aprender; aprender a cazar el salmón de verdad. No
como con mama que le daba todo hecho. Y a esto, que el aquel instante se
escucho.
-
¡YA VIENEN! ¡YA ESTÁN AQUÍ! ¡LOS SALMONES HAN
LLEGADO!
Golem se desperezó, dejó de
meditar y se puso al lado de su viejo compañero.
Hijo, prepárate. Ahora empieza lo bueno…
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